viernes, 10 de junio de 2011

Capítulo 4: La Violación.

Aquel día Jador no fue al instituto. El colegio cerró por día festivo nacional por lo que se alegró bastante el chico. Un día sin ver a esos seis estúpidos de siempre, un día en el que poder descansar de la gente y vivir por un tiempo con tranquilidad, le embriagó de alegría y paz.  
Se despertó temprano, vio la hora, 09:30 AM, y continuó durmiendo. No quería levantarse y tener que soportar la idea de aguantar a su familia más horas de las innecesarias. Por un lado se encontraba bien, no vería a la gente que tanto lo humillaba y odiaba, pero por otra parte estaba mal, la quedada que tuvo con Carol fue bastante interesante y cómoda, tener que estar un día en su casa sin salir siquiera y tampoco verla ni en el colegio, le turbaba la mente y le entristecía.
El miembro familiar que más miedo le ocasionaba de la casa era su hermano mayor. Siempre que podía se aprovechaba de él, y siempre sexualmente. Era un muchacho de unos veinte años, alto y delgado, pelo corto negro, tez pálida, ojos casi siempre rojos e irritados por ingestión de sustancias perjudiciales, ropa de cuero la mayoría de las veces un poco sucia y con una vida totalmente desordenada, desorientada y sin responsabilidad alguna. Su habitación se encontraba a un palmo de la de Jador. Cuando salía, su hermano abría la puerta rápidamente y lo metía en su habitación, más lujurioso que nadie y le obligaba a satisfacer sus necesidades sexuales. Nunca llegaron a la penetración, pero sí llegaron a otras formas de sexo las cuales Jador tuvo que suplir sin ganas y a la fuerza.
Llegó la hora de comer, y Jador aún se encontraba durmiendo. La madre, con su típica tez morena de rayos uva, y su típico maquillaje hortera, lo llamó con una voz extremadamente aguda y chirriante. Jador no contestó. La madre volvió a insistir. Jador no contestó de nuevo. Tras varios intentos, el padre, rabioso y alterado, entró en la habitación irrumpiendo sus sueños y su dulce apaciguamiento ajenos al mundo real.  Una vez dentro, el padre lo cogió por la oreja y lo levantó ipso facto, sin dificultad alguna. Jador se quejó con un pequeño alarido. El padre gritando como nadie y escupiendo pequeñas gotas de saliva cual animal salvaje hambriento de miedo, le dijo:
— ¡Idiota y estúpido vago de mierda! ¡Tu madre lleva todo el rato gritando tu miserable nombre! ¡Y TÚ NO CONTESTAS, COÑO!
—No me di cuenta, lo siento mucho—se excusó Jador.
— ¡¿Lo siento?! ¡¿Lo siento, dices?!—gritó el padre mientras lo empujaba contra la cama y éste caía—. ¡Siempre metido en tus sueños, siempre en tus historias, en tus estúpidos dibujos de mierda! ¡VERGÜENZA ME DAS!
Tras aquellos gritos, el padre salió de la habitación farfullando y ocasionando un terrible portazo. Jador vio cómo un dibujo hecho por una antigua amiga suya muy querida del pasado, que estaba colgado tras la puerta, caía lentamente al suelo debido al golpe. Lo cogió, lo observó por un momento repasando con la mirada todos y cada uno de los trazos y una pequeña lágrima resbaló por su rostro cayendo sobre él. La echaba de menos, pero sabía que jamás la volvería a ver. Asú pues, secó sus lágrimas, hizo como si no hubiera pasado absolutamente nada y salió de la habitación predispuesto ante la presencia de aquellos seres poseedores de su misma sangre.
La comida, como era lógico, fue un horror. Aquel medio día cocinó su madre, un gusto y estilo totalmente opuestos al de Jador. Comenzaron a comer y el chico pudo percatarse de lo puercos y cerdos que eran sus padres y hermano. Hablaban con la boca llena, reían mientras escupían trozos de comida mordidos y casi tragados. Jador veía los bolos alimenticios en sus bocas, bebían hasta eructar fuertemente y observaban la televisión como si les fuera la vida en ello. El chico dejó el plato por la mitad, no quería más, la comida estaba realmente asquerosa, con un sabor nada agradable y apetitoso, y por si fuera poco, la escena le provocaba inevitables náuseas. La madre lo miró con el ceño fruncido y le dijo con seriedad, aparte de serenidad y con aquella voz tan chirriante:
—Jador…hijo, ¿por qué no comes más, querido?
—No tengo más hambre, mamá. Estoy lleno, si me permitís…
— ¡Qué comas, coño!—le interrumpió la madre dando un fuerte golpe en la mesa y rompiendo aquella serenidad.
El silencio se hizo en la sala comedor. Jador reiteró su respuesta, la madre se levantó, cogió un cuchillo y amenazándole con una voz casi de psicópata y aún más chirriante que en otras ocasiones, le amenazó:
—Como no comas el resto de la comida, juro, repito, juro por Dios que te dejo sin comer el resto de la semana, además de quitar la puerta de tu cuarto. ¡¿Te enteras?!
Jador, asustado ante tales amenazas y a sabiendas que pudieran destirpar la puerta de su preciada habitación, se levantó y salió corriendo hacia ella. La madre tiró el cuchillo al suelo y comenzó a llorar, entre llantos y sollozos, se quejaba del mal hijo que tenía y de los buenos padres que ellos eran.
Pasaron horas, las suficientes como para que el chico durmiera un buen rato y se alejara de nuevo de ese mundo. Se despertó debido a un fuerte ruido ocasionado en el salón. Alarmado pero cuidadoso, abrió la puerta lentamente para ver qué había pasado y cerciorarse de dónde provenía aquel golpe. El hermano, atento a la salida, abrió la suya y lo metió corriendo en su habitación hasta tirarlo en la cama debido a la fuerza. Jador se levantó rápidamente, se puso en guardia y le preguntó:
— ¿Qué haces Luis?
—Aj, aj, no la cagues hermanito, anda. Te he metido en mi habitación porque papá y mamá están discutiendo.
—Pero ha habido un fuerte golpe. ¡Qué lo he escuchado!
— ¡Siéntate, joder! Tú cállate y haz lo que te digo, así no recibirás un fuerte palo de nuestro querido padre.
Jador, bajando la guardia y sentándose en la cama como su hermano dijo, vio cómo él se le acercaba por detrás lentamente hasta llegar a su oído y decirle:
—Hermanito… nadie nos va a oír, ¿por qué no me la…mamas un rato?
— ¡¿Qué coño dices, Luis?! ¿A qué viene eso, tío? Estoy cansado que siempre te aproveches de mí para eso, me chantajees y no pueda decir nada. Además están papá y mamá
—Tú decides, o tus dibujos y más reliquias queridas por ti, o tú. Siempre es así.
— ¡Me da igual! Me voy a mi habitación. No vas a seguir aprovechándote de mí más. Haz con mis dibujos lo que quieras.
El hermano, con resignación y rabia ante tales palabras, lo cogió del brazo y del cuello, y lo tiró a la cama. Debido a la gran fuerza que tenía, lo puso debajo de él boca abajo y comenzó a pasar una cinta aislante por las manos y por la boca. Jador no podía imaginar aquello que estaba pasando. Su mente no lo comprendía. Una vez terminado el trabajo necesario, el hermano le bajó los pantalones, se acercó al oído y le dijo entre susurros con tonos también psicópatas y ahogados:
—Esto te pasa por desobedecerme, hermanito. Estate quieto y no te sentirás mal.
Jador cerró los ojos, inocente él pensando que de esa manera todo pasaría rápidamente como un sueño horrible, como una pesadilla sin más. Sentía dolor, un dolor intenso. El hermano lo penetraba con ferocidad y maldad, sin tener en cuenta el daño que le estaba causando, ni las medidas básicas ante tal penetración. Pero era una pura violación. Jador sentía sus uñas clavadas en su espalda y barriga, las sentía pasar lentamente y profundamente por ella. Oía el crujir de los muelles y los gritos de sus padres a lo lejos, ajenos a todo lo que pasaba en aquella habitación. Tras unas cuantas penetraciones dolorosas y arañazos, el hermano eyaculó en la espalda del chico. Jamás Jador se hubo sentido de esa manera, sintiéndose como un chico violado, sucio y esclavo.
El hermano le quitó la cinta aislante y le dijo con una respiración un poco más relajada y jadeante:
—Gracias, hermanito. Ya puedes irte.
— ¿Por qué…has…hecho esto?—preguntó Jador con la cabeza agachada y los ojos encharcados en lágrimas.
— ¿Eh? Yo que tú me lavaba un poco, tienes sangre y mucha.
Ante la respuesta de su hermano, Jador se levantó, se puso los pantalones y se fue hacia su habitación. Aquella noche se mantuvo despierto, con los ojos bien abiertos y boca arriba, observando el oscuro techo de su cuarto en la penumbra. Sólo recordar la quedada pasada que tuvo con Carol hizo que su mente traumatizada y atemorizada pudiera evadirse un poco de la situación vivida. 
Jueves, 29/12/11.


martes, 7 de junio de 2011

Capítulo 3: Una Esperanza.

Durante los días anteriores Jador pudo vivir y asistir al instituto con algo de tranquilidad. A pesar de todo, todas las noches tuvo pesadillas un tanto similares a aquella que tuvo ese miércoles.
Aquel lunes lo pasó lo medianamente bien que pudo,  el grupo de aquellos seis cabrones le continuaban haciendo el vacío y lo discriminaban a todos lados que iba. Sentía impotencia siempre, puesto que jamás podía decir nada a nadie de su familia, ni tampoco a ningún profesor o director del colegio, sabía que si decía algo, irían a por él, le pegarían y lo humillarían delante de todo el que fuera posible.

Llegó la hora del descanso, una hora terrible y crucial para Jador. Siempre que tocaba la hora del desanco, Jador se alejaba del mundo transeúnte y se escondía bajo un árbol de grandes ramas, a la sombra, evitando que cualquier persona perteneciente al colegio lo viera y le pudiera hacer algo. Como era de esperar, cuando Jador recogió sus cosas para ir al patio, Rick pasó por su lado y le hizo la zancadilla, cayó estrepitosamente al suelo y estampándose sobre él, todos sus libros y hojas las cuales tenían dibujos con simetrías perfectas y retratos de personas desconocidas, fueron esparcidos por todo el pasillo. Linda dio una patada a todos los folios, finalizando todos con carcajadas. Jador recogió sus cosas con un poco de vergüenza ante las atónitas miradas del resto de los alumnos y las risas de esos seis idiotas.

Tras eso, pasando por el pasillo, vio como una chica jamás vista por él estaba hablando con esos seis estúpidos. Era casi de la misma altura que él, tenía un cabello largo hasta un poco más por debajo de los hombros, liso y rubio, tez pálida y ojos verde claro. Vestía un poco “rockera” con pantalones apretados, y una chaqueta de cuero. Jador no prestó mucha atención y continuó su camino hasta el árbol. Llegó a su destino, se sentó desplomando su cuerpo, y comenzó a sacar sus folios y un lápiz, además de una goma de borrar. Pasó un buen rato y él estaba inmerso en sus dibujos. En su cabeza imaginaba grandes paisajes con personas abrazadas, atardeceres con casas en lo alto de montañas, playas desérticas con una pareja paseando, paisajes que él querría vivir con alguien y alejado de ese infierno terrenal. Aquella chica apareció sin más, de repente y a su lado. Jador se sobresaltó, dio un respingo y dijo entrecortado:

— ¡Jo-joder, q-que sus-susto me has dado!
— ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, no era mi intención!—se lamentó la chica con una voz dulce y relajante.
Jador se espabiló un poco, alzó la vista y le dijo:
—No pasa nada, tranquila. ¿Quién eres?
—Aj, aj, lo siento, he venido aquí sin más y siquiera me he presentado, ¡qué tonta!—comentó entre risas y continuó—. Me llamo Carol, he venido básicamente porque te vi solo y no sé, pensaba que igual querrías compañía.
—Eh…bueno, estaba inmerso en mi mundo y dibujando, si no hubieras venido me hubiera quedado igual, aj, aj—respondió y tras eso, se presentó. —Yo me llamo Jador, y como ves, estoy solo, no hay nadie en este miserable instituto que me tenga algo de respeto y mucho menos aprecio.
— ¡Anda hombre, no digas eso! Seguro que alguien debe haber. —intentó consolarlo.
—No, te lo aseguro, no hay nadie. Es más, es raro que te hayas fijado en mí como para venir a saludarme, y encima preocuparte porque esté solo—negó Jador  bajando la mirada al césped.
Carol, sin saber exactamente qué decir, sacó otro tema:
— ¡Vaya! ¿Y esos dibujos?
—Eh…bueno…esto…bueno es—intentó responder bastante nervioso, y continuó tras carraspear un poco. —Son cosas, ya te dije, cosas que salen de mi mente, tonterías sin más. Me gusta dibujar las cosas que me gustaría hacer en un futuro.
—Aj, aj, aj, no te pongas nervioso. ¡Guau, por lo que veo, dibujas genial!
—Sí…bueno, se hace lo que se puede.
—Eso no lo pongo en duda—contestó la chica mientras se sentaba a su lado.

Continuaron hablando un buen tiempo. Jador comenzó a mostrarle todos sus hermosos dibujos con aquellos paisajes terrenales de acaecidos atardeceres, de parejas amadas entre ellos paseando como si el mundo les perteneciera, de pequeñas casas sobre grandes colinas o montañas, como si éstas se encontrasen en el punto más alto del mundo y más dibujos ya de personas desconocidas o de rostros relacionados con otros miembros de su familia los cuales sólo veía en ocasiones y les tenía un gran aprecio, debido a que eran su “familia perfecta”.

Quedaban pocos minutos de descanso, y continuaron hablando más que nunca. Jador parecía ver en ella a una chica totalmente perfecta para él, aunque aún le escamaba la idea de que se acercara simplemente porque estaba sólo y ella se “preocupó”. Aún así, dejó de pensar en aquello y se centró en las palabras que soltaba aquella chica. Rieron, se tocaron, cayeron de lado e incluso, se abrazaron. Para Jador todo aquello era demasiado extraño y apresurado. Jamás había tenido tantísimo contacto con alguien y encima de repente aparece aquella chica y con ese buen humor y carácter afable y demasiado cariñoso, le hacía pensar aún más raro. Pero de nuevo haciendo caso omiso a sus pensamientos, dejó de rayar su mente con dilemas y continuó teniendo el mismo contacto hasta que el timbre sonó. Significaba que la hora de descanso terminaba y que debían volver a las clases. Se levantaron con resignación y cansancio, se dieron dos besos y antes que cada uno fuera por su camino correspondiente, Carol lo agarró por el brazo y le dijo rápidamente:

—Jador, si quieres podemos quedar algún día. Me has caído bastante bien y como ves, te veo alguien interesante, podríamos hablar mucho más, si te parece bien.
—Vale, me parece correcto. ¿Mañana por la tarde a las seis en el parque que está al lado de la fuente de la plaza?—respondió con una gran sonrisa.
—Sí, perfecto, a las seis allí, ¿vale?
—Guay, aj, aj. ¡Hasta luego! Y que no te sea tediosa la clase, aj, aj.
— ¡Lo mismo digo!—respondió Carol mientras se alejaba.

Jador llegó a su clase con el corazón latiéndole demasiado rápido. Jamás sintió algo similar en su interior. Era evidente que todo el contacto que tuvo con ella fue bastante intenso y fuerte, si no, no hubiera sentido todo aquello.
Durante las clases siguiente no estaba nada concentrado. A pesar que aquellos seis estúpidos cuchicheaban a conciencia para hacerle distraer, no eran conscientes que su mente no estaba pendiente de ellos, sino de Carol. <<Jador, no puedes pillarte de esta manera. Para. No pienses en ella, ¡Para!>>, se dijo a sí mismo mentalmente mientras escribía sin darse cuenta, debido al subconsciente, sobre la mesa el nombre con lápiz. Aún así, le contianuaba extrañando la idea de que aquella chica lo viera sólo y decidiera gastar su tiempo con él, en hablarle e incluso abrazarle siquiera. Y ésa vez, Jador no dejó de lado sus pensamientos, lo que le impidió centrarse por completo de la clase, recibir una buena regañina de la profesora de Latín, la cual le recitó un brevísimo refrán en latín y la cual lo echó de clase por no atender.

De todas formas, cuando Jador hubo llegado a su casa y tumbado en su cama como habitualmente siempre hacía, comenzó a pensar en ella, y terriblemente, sin saberlo y sin percatarse de ello, sus pensamientos eran una cruda irregularidad contrariada de lo que la vida real le ofrecería con Carol. 
Lunes, 26/12/11.


domingo, 5 de junio de 2011

Capítulo 2: Lo Seis.

Corría, corría y por más que corriese, aquellos compañeros de clase problemáticos le seguían. Tenía que llegar a su casa cuanto antes, entrar sin más y encerrarse en su habitación hasta que al día siguiente tuviera que huir de nuevo.

 Sus pies tropezaron y cayó rotundamente en el asfalto. Sintió como la tierra mojada y con algo de barro arañaba su piel y le producía algo de dolor y mucha molestia. Los seis estúpidos aquellos, esos muchachos problemáticos que no paraban de hacerle la vida imposible, que no paraban de causarle ciertos traumas y que no paraban de hacerle llorar todas las noches, además de mirarse al espejo y sentirse como una mierda por no saber enfrentarse a ellos, lo levantaron del suelo, le quitaron la mochila y tiraron todos sus libros a un gran charco que había un poco más lejos. A continuación, le lanzaron la mochila vacía a la cara y comenzaron a reírse de él mientras estaba tirado en el suelo, arrodillado y con la cabeza agachada. Luego, otro muchacho de ese grupo, llamado Alex, puso sus manos sobre los hombros de Jador, y lo empujó para delante con tal violencia que cayó al suelo y su boca chocó contra el asfalto. Todos se fueron de allí corriendo y riendo a carcajadas, mientras Jador, malherido pero con heridas perfectamente confundibles con una caída torpe y dañina, se levantaba lentamente a la vez que sus ojos emanaban lágrimas de dolor y humillación.

Llegó a su casa, y la imagen del chico no parecía ocasionar gran impacto sobre la familia. Todos continuaron comiendo y él totalmente hundido y sin ganas de vivir por todo, se dirigió al cuarto de baño para curar un poco sus heridas. Tras eso, se fue a su habitación, cerró la puerta sin hacer ruido y se tumbó en la cama escuchando música, una música tranquilizadora y relajante que lo llevaba a un mundo totalmente opuesto al verdadero con todos sus deseos cumplidos y sin ningún miedo. Un mundo donde escapar.

Tras tomar una siesta de dos horas, se puso a estudiar el examen del día siguiente. Pero no podía. A su mente llegaban imágenes de todos los años pasados, y de estos últimos días. Se sentía como un conejillo de indias, como un experimento de aquellos estúpidos para ver cuán grado de violencia y maldad poseían cada uno. Escribió los nombres de esos seis “humanos”: Rick, Alex, Josh, Erik, Linda y Ana. Cada nombre le recordaba a una serie de sufrimientos indefinidos y traumas que le hacían demorar y llorar sin control. Recordó cómo Josh le rompió todas las fotos que un día Jador trajo al colegio para una exposición. Recordó cómo Linda le siguió un día, se hicieron una foto aparentando amistad y al día siguiente proclamó por todo el colegio que se besaron y que fue súper asqueroso, cuando era mentira. Y mil cosas más de los demás componentes del grupo, todos seres despreciables y que deseaba o matarlos, o perderlos de vista para siempre.

Pasó de estudiar. No podía ni tenía ganas, así que lo dejó. Eran ya las diez de la noche, no había comido nada en todo el día, ni en el instituto, así que se dirigió hacia la cocina, cogió lo primero que vio, y regresó a su habitación para comer lo que hubiera cogido rápidamente allí, para poder dormir y alejarse de la vida real por unas horas. Se preparó un pequeño bocadillo de jamón cocido con queso, y se fue inmediatamente de la cocina donde dejó los cubiertos sucios. Se cepilló los dientes y se acostó durmiéndose igual de rápido.
Aquella noche tuvo una pesadilla. Estaba en una habitación extraña, similar a la suya, luego tras abrir una puerta apareció en una clase de su instituto. Al final del todo, se encontraban los seis desechos humanos, allí parados, de pie, observándole con recelo y asco. Jador se dispuso a salir sin demora de la clase, pero aquellos compañeros corrieron más que él. Rick lo cogió por la espald cuando le dieron la vuelta, Josh y Erik le comenzaron a pegar puñetazos en la cara y en el cuerpo. Linda y Ana empezaron a unir mesas para poner encima a Jador; Alex apareció con una mochila de cuerdas vieja y bastante desgastada. Lo tumbaron encima de las mesas, le quitaron la ropa rasgándosela y rompiéndola. Jador suplicaba:

— ¡No por favor, no me hagáis nada, por Dios! ¡No os he hecho nada, socorro!
— ¡Cállate idiota! Vamos a disfrutar mucho hoy, aj, aj, aj. —respondió Rick quien aún le pegaba bofetadas en la cara.
— ¡Maricón!—gritó Linda.
— ¡Eres una puta mierda!—gritó Erik.
— ¡Ojalá te mueras!— exclamó Alex quien abría su mochila y sacaba varias herramientas.
Jador pudo percatarse que las herramientas que sacaban era para torturarlo hasta morir, eran para verlo morir y ellos disfrutar hasta verlo suplicar con la última gota en su cuerpo. Suplicó de nuevo:
— ¡Oh no por favor, socorro! ¡No me hagáis nada, os lo suplico! ¡NO!

Caso omiso pues, comenzaron a rajarle la cara con una navaja, luego, con unos alicates, le arrancaron los pezones, pasaron la navaja por todo su pecho y estómago, abriéndoselo con una gran incisión y le cortaron el miembro con unas tijeras de podar. Lo que estaba sufriendo Jador era espantoso y terrible, un dolor insoportable. Le rajaron el cuello mientras que grandes cantidades de sangre emanaban por cada abertura de su cuerpo. Jador sacó fuerzas de donde no las había, y pudo escapar de aquella clase golpeándoles a todos con una fuerza impresionante jamás experimentada por él mismo en la vida real. Supuso que todo sería porque era su sueño. Aún así, sabía perfectamente que le faltaba poco para morir. Sus piernas se tambaleaban, y se resbalaban con su propia sangre. Al caer muerto en el suelo, despertó. Estaba sudando demasiado y su corazón latía lo más rápido. A partir de ahí más miedo tuvo y menos coraje. No supo cómo pudo tener un sueño tan espantoso y torturador. Era evidente que estaba totalmente traumatizado por ellos desde hacía ya años. 
Miércoles, 21/12/11