jueves, 25 de agosto de 2011

Segundo libro. Capítulo 8: Un sueño.

Todo iba muy bien, el nuevo año había entrado con mucha suerte y esperanzas, y Jador parecía comenzar a fluir de nuevo y ser como antes lo era. Una gran alegría para él y para todo su equipo que siempre estaba luchando a su lado. También, poco a poco comenzaba a ser más amigo de Hiris, y a sentirse ella más cómoda con él. Fue un mal trago saber que Hiris había perdido completamente la memoria y los recuerdos con él, pero no había marcha atrás, lo importante era que la tenía de nuevo a su lado, al menos siendo su estilista, y que poco a poco la iba conociendo más.

Aquellos días de invierno eran algo desoladores para Jador. Era cierto que tenía a todo su equipo y su gente alrededor, ayudándolo en todo lo que podían, pero se sentía solo y sin nadie lo bastante cerca como para consolarle o animarle. Era duro ser una persona famosa, más habiendo caído tantísimo y luego recuperado de una manera sorprendente sin apenas fuerza, sólo con ayuda de otras personas. Aun así, intentaba siempre estar muy alegre a pesar de todo y a pesar de cómo fuera su estado anímico, debía dar una imagen contraria y aparentar otra cosa.

Un día, mientras Jador paseaba por las calles de Berlín ya que su gira coincidía ahí, Gordon apareció por unas de las calles, y saludándolo con una grata sonrisa, le dijo:

—Jador, tío, ¿cómo andamos?

—Muy bien Gordo, hoy estoy muy bien la verdad. ¿Cómo que has aparecido por aquí? Pensaba que te quedarías en el hotel para preparar algunas cosas.

—No, no, hoy no tengo ganas de quedarme en el hotel, ya sabes tú como soy yo, ¡necesito aire, necesito luz!—contestó Gordon alzando los brazos como si de un loco se tratara.

— ¿Qué te pasa hoy?

—Toma.

Jador pudo ver que Gordon le ofrecía una pequeña bolsita con una pastilla dentro de ella. Era perfectamente y simétricamente circular, con  un tono azulado casi blanco y nada más que eso. Jador sabía a la perfección que se trataba de droga, nada más que se tenía que ver la pastilla. El chico negó con la cabeza y continuó adelante a paso ligero, pero Gordon lo cogió por el brazo y le dijo:

—Jador, te aconsejo que tomes una… Lo necesitas, y lo sabemos.

El chico cogió la bolsita y la miró durante unos segundos. Sabía perfectamente que si se enganchaba podía desearle a la esfera que eliminara su adicción y de esa manera poder haber ingerido drogas sin dañarse continuamente toda su vida. Así pues, con esa opción ante sus ojos, abrió la bolsita, cogió la pastilla y la tomó a la par que creaba una mueca dificultad por tragarla sin agua. Al rato, mientras caminaban por la calle, Jador comenzó a sentir algunos síntomas de la droga pasar por todo su cuerpo, y ocasionarle un estado de embriaguez, además de nerviosismo que le hacía viajar a un mundo irreal, pero con la estructura de las calles por las que pasaba. Las calles poco a poco iban desapareciendo y una gran masa de humo lo iba inundando todo poco a poco.

De repente, Jador apareció en una sala oscura, sin ningún ruido, sin nadie. Sus ojos viraban a todos los lados pero no encontraba a nadie ni nada que pudiera servirle de referencia. Estaba completamente solo. Vio a lo lejos una luz pequeña, que poco a poco comenzaba a ser más grande hasta ocasionar un ruido como una especie de golpe fuerte y aparecer Jador en una sala totalmente blanca e iluminada, pero también sin nadie y sin nada. Oyó al momento  una voz que le decía en lo más profundo de su corazón: <<Has estado en dos mundos. ¿En cuál de los dos quieres estas?>>. Tras oír aquello, Jador preguntó alzando algo la voz:

— ¿En qué mundos he estado?

 La voz dijo de nuevo: <<Has estado en el mundo oscuro. Ahora en el blanco. El blanco es lo bueno. El oscuro es lo malo. Has caído por siempre en el oscuro. El blanco lo has vivido poco. Pero es mejor. ¿Con cuál te quedarías?

—Mmm… No sé de qué hablas, no sé quién eres… ¡Hazte ver!

De repente apareció tras de él una figura exactamente igual que la de cuando tenía sus sueños pasados hace ya muchos años. Todas las características eran las mismas que cuando Jador soñó dos veces ya antaño. El chico lo miró con algo de cautela y le preguntó:

— ¿Otra vez estoy soñando?

— ¡Sí! Otra vez estás soñando. Otra vez debo advertirte. Otra vez debo avisarte. Y ayudarte—contestó mostrando una voz neutra y sin sentimientos.

— ¿Sobre qué me tienes que advertir?

—Sobre tu futuro. Vas a sufrir Jador. Todavía te queda por sufrir y mucho.

—Pero… ¿Por qué? Ya tengo la esfera, sé más sobre ella, y ya lo tengo todo bajo control—dijo un Jador desesperado.

—La esfera. La esfera no sirve de nada. No sirve de nada saber mucho de ella. La esfera sólo te ayuda. Y sólo te cuento cosas malas de antaño. Sólo para eso.

—Pero… ¡He conseguido grandes cosas y puedo conseguir más! ¿Cómo que voy a sufrir aún más en mi vida?

El ser hizo aparecer la figura de Gustav, parecía un cuerpo flotante sin vida, inerte, y en el aire como si colgado de una percha estuviera. Los ojos de Jador se encharcaron en lágrimas al verlo. Tras aquello, miró al ser y le preguntó:

— ¿Dónde está Gustav?

—Muerto. Murió una semana después que dejarais vuestro amor. La persona a la que hiciste mucho daño y manipulaste. Esa persona lo mató—su voz aún continuaba siendo neutra a pesar de la emoción de Jador.

— ¿Cómo puedo parar a esa persona?

—No puedes. Irá a por ti. Pero no te matará. Ni te hará sufrir físicamente. Pero no sólo te preocupes por la persona. Hay alguien en tu entorno que te hará daño de verdad.

— ¿En qué consiste mi vida? ¿De qué sirve tener una esfera si no puedo obtener todo lo que ansío?

—Pronto. Pronto te darás cuenta de todo lo que está sucediendo. De dónde te hayas.
El ser desapareció y con él, el cuerpo de Gustav. La sala tan blanca y reluciente comenzó a oscurecerse poco a poco hasta convertirse en la habitación del hotel en el que estaba. Su cabeza no paraba de dar vueltas y de dolerle muchísimo. Y tenía miedo. Por su cuerpo recorría una especie de escalofrío acompañado de miedo y terror. Las palabras de ese ser que le hablaba en sueños eran aterradoras, frías y directas.

Se levantó y observó el paisaje que se encontraba ante sus ojos. Berlín en invierno.

18, enero, 2018