sábado, 10 de septiembre de 2011

Segundo Libro. Prefacio: Venganza.

—Estoy listo, Irina.

— ¿Sí? ¿Estás completamente listo para lo que te espera de satisfacción?—respondió preguntando ésta mientras se giraba para observarle.

—Sí, completamente listo.

El tono de voz de Jador era frío, distante y alejado de lo sentimental. Su temple era serio, firme y sin un resquicio de alegría o sonrisa. La cara de Irina mostraba una gran mueca de satisfacción y placer ante su gran victoria sobre Jador. Había conseguido que el chico se dejara llevar y que realizara aquella masacre a punto de cometerse. Se encontraban en lo más alto de un edificio, mientras la acaecida noche y el cálido viendo del mes de junio, les aireaban la mente y les hacía concentrar en su meta y propósito. Se dirigieron hacia el muro de la azotea y contemplaron la calle que se alzaba bajo sus miradas. Una calle repleta de luces y de personas paseando, además de una gran multitud de coches sin parar un solo momento. Irina puso su mano en el hombre de Jador y le dijo entre susurros:

—El momento llega. Debes hacer que todas tus víctimas recuerden todo lo que pasó, y así la muerte sirva de algo más que de gozo.

—Lo sé, Irina. Por ello ahora mismo lo voy a hacer.

Siguiendo el ritual cotidiano, acercó la esfera a sus labios y deseó: “Deseo que todos los de la lista me recuerden como yo era en realidad y todo lo que pasó. No surgió un efecto instantáneo y visible para ellos. Jador se giró para mirar a Irina, y le preguntó:

—Oye, ¿cómo que contigo sí puedo reversar los deseos cuando antes no podía?

—Todo eso lo descubrirás en un futuro lejano, pero ahora no hay tiempo para hablar de ello, Jador. Encaminémonos, debemos llegar a la casa de la primera víctima y asesinarlos a todos los de la lista—respondió Irina sin hacer mucho caso a su pregunta y apresurándose hacia la puerta.

—Vale. Los primeros son mis padres.

25, junio, 2020.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Segundo Libro. Capítulo 12: El fin de todo.

Aquella mañana irradiaba un sol impresionante. El olor a flores silvestres y de la naturaleza que habitaban allí, le ocasionaba a Jador cierta paz y tranquilidad que ninguna otra cosa en la vida lo conseguía. Quería mantenerse allí para siempre ya que su mente estaba totalmente aturdida y algo desequilibrada. Todo lo que había pasado en los últimos meses había sido bastante aterrador. Además, todo lo tenía al alcance de su mano, todo cuanto ansiaba o necesitaba lo tenía y lo conseguía gracias a la esfera. Uno de sus deseos era hacer la casa invisible, que nadie pudiera verla ni tocarla, que fuera totalmente desapercibida, cuya cosa consiguió a la perfección y podía vivir con más tranquilidad.

Deseó que el mundo lo olvidara, y así fue. El mundo ya lo olvidó por completo y a pesar que era un deseo bastante ambicioso, no le ocurrió nada. Pudo visionar una escena de la esfera que le contaba algo más sobre su origen y pasado: Jador paseaba entre callejones extraños, oscuros y estrechos, continuaba con su caminata hasta llegar a una plaza llena de personas griegas. Todos conversaban entre ellos y poseían una esfera exactamente igual que la de Jador, a la vez que aprendían mediante lecciones de filósofos cómo manejarlas bien sin causar ningún accidente. Jador pudo observar que las esferas se habían propagado por toda la faz de la tierra, y que cada persona que era merecedora, poseía una de ellas. Continuó caminando y pudo visionar la misma escena de un principio, en la cual había una muchedumbre de asiáticos y obtenían una esfera. Estaba completamente cerrado y sin nada, ni nadie. Inhabitable por completo. Por lo que Jador pudo aprender de la escena, tal masacre y guerra se habían creado, que todos los humanos de ese terreno habían muerto, y que por regla general como ley, habían impuesto a través de la Esfera Real, que ese lugar fuera intocable, y borrado de la tierra, como un terreno maldito e infernal.

Jador sabía que a pesar de que era innecesario aprender o estar atento a los detalles de la esfera, quería saber más y le resultaba muy interesante para él. Quería llegar al punto en el cual pudiera saber qué pasó con todas las esferas para que desaparecieran del mundo y quedaran borradas de la mente de todas las personas. Así pues, aquel día quería saber más, ya que su vida era tan tranquila y relajada, al menos se sumergía en esos mundos y podía contemplar grandes cosas.

Tras su caminata diaria por el bosque, llegó a su casa, dejó la mochila, el mapa en la cama y cogió la esfera. Con el mismo ritual de siempre, se la acercó a los labios y deseó: Deseo que se origine un terremoto en medio del Océano Pacífico. Al instante, apareció en aquel mundo ya pasado y en medio de la sala de la Esfera Real. Allí se hallaban varios guerreros, además de generales y capitanes y el rey de aquella comarca situada en el Atlántico Norte. El exterior estaba completamente a oscuras, y en la sala sólo se reflejaba la esfera, que la iluminaba por completo y con todo lujo de detalle. El rey, revestido con grandes túnicas doradas pero con un aspecto cálido bastante agradable, estaba en pié, observando el paisaje oscuro y temerario desde su ventana. El capitán se acercó y le dijo al oído:

—Mi alteza, están recolectando más guerreros para la batalla.

— ¿Si?—preguntó el rey mientras se giraba, y continuó—.Debemos hacer lo mismo, no se sabe cuándo comenzará la batalla por la Esfera Real.

— ¡Mi alteza!—dijo un joven guerrero que se acercaba a la mesa a paso ligero. Prosiguió—. ¡Mi alteza! ¡Se acercan, vienen hacia aquí!

—Debemos ponerle a salvo. No entraran, pero debe estar a salvo alteza—reaccionó diciendo el general mientras se inclinaba en honor a su imagen.

—Vale, confío en vosotros. Sé que han venido más veces y hemos ganado, pero confío en que no pasara nada de nuevo—contestó el rey mientras se dirigía hacia una puerta contigua en el muro de piedra.

Jador continuaba a su lado mientras que observaba cómo el rey era llevado hacia una sala bastante cálida, alejada del bullicio y muy agradable. Se respiraba un ambiente infantil y cariñoso. Jador pudo observar que en la habitación estaban su esposa y su hijo pequeño, ansioso y contento por ver a su padre, el cual le regaló un enorme abrazo. El niño, contento por ver a su padre, le preguntó:

—Papi, ¿por qué vienes?

—Porque piensan que estoy en peligro y quieren que esté con vosotros mientras luchan ahí afuera.

— ¿Están ahí otra vez?—preguntó la esposa mientras ponía una mueca de angustia.

—Sí, están ahí… No pasará nada, ya lo sabes, nunca pasa nada, nuestras fuerzas son muy superiores y tenemos la Esfera Real…

— ¡Y por ello perdiste el ojo!—le interrumpió la esposa mientras tiraba al suelo un peluche del niño.

—Papi, ¿qué es lo que pasa?

—Te lo contaré, hijo. Hace mucho…

Jador en ese momento no pudo visionar más la escena debido a que sonó el timbre y lo sacó de aquel mundo. Estaba asustado. Su casa era invisible y nadie más podía verla excepto él. Tocaron nuevamente el timbre y Jador sabía que debía ir para abrir la puerta.

Se dirigió, la abrió y pudo saber de quién se trataba. Su corazón latía intensamente y su mente no paraba de hacerse pregunta de por qué aquella persona se hallaba ante sus ojos y en ese instante. Pero colapsado, dejó que la persona, con una gran sonrisa y la cabeza inclinada, entrara en la casa y cerrara la puerta aún con la misma posición. Jador iba a preguntar, pero Irina le interrumpió:

—Debo aclararte por qué estoy aquí.

—Sí.

—Esa nota que te mandé era incorrecta, estaba mal escrita. Sí iba a verte de nuevo, y lo que hice para hundirte es para lo que te voy a ofrecer ahora.

—No quiero nada tuyo—contestó Jador con palabras muy frías y neutras.

—Bueno, simplemente vengo a decirte—esperó unos segundos, y prosiguió—, te hundí el negocio, aun sabiendo que podrías volver a él sin problemas, porque quiero que te vengues de todas las personas que te han hecho daño.

— ¿Qué me vengue? ¿Qué me vengue de qué?

— ¿No querrías vengarte de todas las personas que te hicieron daño? ¿Verlas morir lentamente porque tú lo hayas deseado y disfrutar con ello?—preguntó Irina mientras se acercaba a él por detrás y le rozaba con sus manos.

—No. No valdría la pena. ¡Vete!

—Jador… Shh, sabes que sí. Sabes que te sentirías muy bien. Ver a esas personas sufrir por lo que te hicieron, verlas morir.

—De nada sirve eso ya que no recuerdan nada malo mío.

— ¡Adelante! ¡Haz que recuerden todo lo malo que pasó contigo! Así te tendrán odio y te querrán muerto, y cuando te vean y quieran ir a por ti, tú podrás acabar con ellos—continuaba Irina mientras gesticulaba sus movimientos con maldad.

— ¡Vete ahora de mi casa, Irina!—exclamó un Jador furioso.

—Vale, pero… Que sepas que la oferta sigue en pié y que disfrutarías—contestó Irina mientras abría la puerta y se marchaba.

A Jador le venían de nuevo preguntas a su cabeza, pero la que más marcada estaba era la de si haría bien en vengarse o si haría bien en mantenerse ajeno y seguir con su vida tranquila.

La futura decisión de Jador sería bastante sorprendente.

1, abril, 2018.


domingo, 4 de septiembre de 2011

Segundo Libro. Capítulo 11: Una muerte.

Ya nadie le recordaba. Había muerto para el mundo y el mundo lo estaba para él. Todo cuando deseaba o necesitaba lo hacía usando la esfera mediante deseos de poca magnitud. Nada lo motivaba a ser como antes o a cambiar su vida. Estaba muy tranquilo, no tenía problemas de nada y el único causante que se los creaba, ya estaba muerto. Ningún problema había.

Aquel día, un día bastante soleado y despejado, a pesar de hacer mucho frío, Jador estaba bastante frustrado, sabía que algo faltaba por hacer para que pudiera estar tranquilo para siempre. A su mente no paraba de llegar un nombre como si de un mensaje de texto se tratara: Hiris, Hiris, Hiris. Todo el rato, y sin parar. Sabía que debía verla, a pesar de todo lo que había sucedido, en los últimos meses con todo el lío sobre las actuaciones y conciertos Jador y ella volvían a ser muy amigos a pesar que la chica no pudiera recordar nada de lo ocurrido. El chico sabía que debía hacer algo para que pudieran verse nuevamente, o para que pudieran hablar por última vez antes de no verla nunca más.

No tenía ningún número de teléfono para poder contactar, ni ninguna red social en la cual ella estuviera y pudieran hablar para quedar, pero sí una esfera que cumplía deseos. Jador acercó la esfera a sus labios y cuando estuvo en disposición para poder pedir el deseo y que Hiris apareciera pegando en su puerta, pensó mejor, y no lo hizo. Pensó que si no lo hacía era lo más conveniente para los dos. Algunas cosas en la vida tenían que seguir su curso sin ser tocadas por magia u hechizos de esferas con deseos. Así pues, Jador dejó la esfera quieta en un lado del salón y se sentó mientras continuaba tomando su taza de café y observaba la televisión.

Los días pasaron, y Jador continuaba con su vida aburrida y rutinaria. No hacía nada, ni quería. Sabía que aunque hubiera muerto para el mundo, si aparecía en algún lado con una multitud de personas, la gente lo reconocería y lo abuchearían o al menos lo acosarían hasta poder desaparecer del lugar. Así con ello, se mantuvo encerrado en su casa, una pequeña casa situada en aquel bosque de grandes hectáreas, con el único sonido más tranquilizador del mundo: el de las aves, el de las hojas, el del viento  y el de la paz en su vida. Uno de esos lugares típicos, en los cuales, algún famoso se instala para recibir algo de relax y tranquilidad en su vida, uno de esos Jador lo compró y nadie más sabe dónde está, sólo él. A veces veía la televisión, otras visitaba el bosque siempre con la ayuda de un mapa para regresar a su casa, y otras, ponía música alta sin que nadie pudiera oírlo, sólo para bailar hasta caer en el suelo y poder soltar nervios sin más. Aún hacía lo mismo de siempre, se sentaba en un lado de la casa y recordaba todo lo que había pasado en su vida, desde que era pequeño, adolescente mientras le ocurría todo aquello en el instituto con ese grupo de indeseables, hasta todo lo que había sucedido en su adultez llena de fama y ruina.

A pesar de todo, los días continuaban pasando hasta que llegó el 14 de ese mismo mes, un día bastante grandioso, pero terrible para Jador. Llamaron a la puerta, y Jador se sobresaltó pensando que podría ser otra persona que lo quisiera muerto sólo por sus ganancias. Se dirigió hacia ella, con cuchillo en mano y la abrió lentamente quitando cada pestillo por minuto. Cuando lo hubo hecho, vio de quien se trataba y sus ojos se iluminaron a la par que el cuchillo caía al suelo y Jador no era consciente de ello. La chica se quedó sorprendida al ver el aspecto físico de Jador, se agachó, cogió el cuchillo, y con una gran sonrisa, se la devolvió al ex famoso.

Era Hiris. En todo su esplendor y belleza, era ella. Su mejor amiga desde la infancia pero con una memoria perdida por el camino por culpa de Jador. Jador creó una mueca persistente de sorpresa y emoción, a lo que Hiris intentó hacerlo cambiar con una pregunta:

— ¿Cómo estás?

Jador continuaba exactamente igual, pero soltando el cuchillo nuevamente. Tras unos segundos cuando notó que su boca se estaba quedando seca, contestó tartamudeando:

—B-bien, l-la verdad. ¿Y t-tú?

—Aj, aj, aj. Muy bien Jador, menos mal que he dado con tu casa, ¡Dios!

—Ya… Y-ya veo… ¡Pasa mujer!—contestó Jador un tanto contento y eufórico por verla.

La chica entró en la pequeña casa, y Jador cerró la puerta. Tras aquello, los dos se sentaron en el sofá y el chico le ofreció una taza de café, a lo que Hiris aceptó con una grata sonrisa. Durante unos minutos tomaron café y además hablaron de todo tipo de cosas, sobre todo de Hiris y su entorno, la chica le contó cómo iba todo ajeno a Jador. Nadie lo tenía en cuenta, y eso a Jador no le afectó porque ya lo sabía. También le contó lo que los demás miembros del equipo estaban haciendo, y es que estaban buscando un sustituto rápidamente para ocupar el puesto pasado de Jador, algo que le produjo mucha risa y con lo que los dos hablaron con más comodidad y tranquilidad. Tras unos cuantos sorbos, Jador se acomodó en el sillón y le preguntó:

—Oye Hiris, ¿no me recuerdas de hace muchos años?

— ¿Cómo que de hace muchos años?—respondió mientras reía.

—Sí, de cuando por lo menos tuvieras… 17 años.

—Mmm, que yo sepa no, Jador.

— ¡Oh venga ya, Hiris! ¡Me tienes que recordar por fuerzas!—exclamó mientras se levantaba del sillón y se acercaba a ella.

—Que no, Jador. Que no. Que no te recuerdo de nada del pasado—contestó Hiris a la par que se iba asustando un poco.

— ¡Hiris, Hiris, mírame a los ojos!—exclamó mientras la agarraba del cuello, y continuaba—. Te perdí hace mucho tiempo por mi propia culpa, porque tengo una esfera que cumple deseos, y deseé que no nos viéramos nunca más en la vida porque no me reconociste en Málaga.

— ¡¿Qué?! ¿Una esfera de deseos? ¿Qué Málaga? ¡Yo soy de Madrid!—contestaba Hiris mientras se levantaba de la silla y comenzaba a alejarse de Jador.

— ¿Cómo que de Madrid? Tú eres de Málaga, como yo. Tú eras mi mejor amiga cuando éramos pequeños, pero mis padres se trasladaron a Madrid y yo me tuve que ir con ellos, perdiendo de esa manera tu amistad para siempre—dijo Jador mientras acariciaba el brazo de Hiris y ésta se aparataba como si de un psicópata fuera.

— ¡¿Qué dices, Jador?! No me asustes, ¡no me gustan las bromas, joder!

— ¡¿Qué bromas, ni que bromas?! Para que me creas, tu nombre verdadero es Gloria, no Hiris, Hiris es un nombre que nos pusimos. ¡Mira tu DNI! ¡Debe poner Gloria, por fuerzas!

— ¿Conque Gloria, no?—preguntaba Hiris con sorna a la vez que buscaba el DNI en su cartera. Al encontrarlo, se lo mostró a Jador y dijo—. ¡Mira mi DNI, imbécil! Me llamo Hiris de siempre, de toda la vida, ¡jamás me he llamado Gloria! Estás loco, estás muy mal, me voy.

— ¡No, no te vayas Hiris!

Pero no pudo cogerla, Hiris había salido de la casa y Jador ya iba en su busca, al darse ésta cuenta, salió corriendo en una dirección prohibida sin que ella lo supiera. Jador corría y corría tras ella, intentando advertirle de que parara, que no podía ir por ahí.

Aquellos segundos contiguos fueron los peores de su vida. Oía cómo Hiris gritaba mientras que su voz se alejaba lentamente, y cómo había caído por un precipicio a gran altura. Otra muerte caía en sus manos, y esa vez sin razón. Jador supo que la esfera no le devolvió nunca nada, jamás le devolvió a su amiga Hiris, jamás. La esfera no hizo absolutamente nada. Aquella Hiris era de nombre verdadero y propio, y era una esteticista que nació en Madrid y que jamás apareció en la vida de Jador. El chico, sólo por oír el nombre, ya supuso que era ella su amiga, cuando no era así.

Tras aquel día, decidió no abrir su puerta a nadie más. Decidió encerrarse en su habitación y no salir para nada, alejarse de todo lo existente para siempre. 

14, marzo, 2018