lunes, 5 de diciembre de 2011

Tercer libro. Capítulo 10: Conversación.


Jador continuaba pensando en aquel sueño que tanto le hacía reflexionar. Sabía perfectamente lo que aquel ser le dijo, sabía que si estaba preparado, en sueños regresaría a ese lugar, se clavaría aquella daga en el corazón y de él emanaría todo el poder que contiene la gran y mayor esfera de los deseos que el mundo ha podido tener, todo dentro de su cuerpo, junto con su espíritu. 

Pero quería saber, quería hablar con Irina, comentarle sobre el sueño y ver qué era lo que podían hacer. En esos momentos, la chica para él era un gran pilar, un apoyo esencial en su vida que le ayudaba en todo lo posible e incluso en ocasiones hacía lo que Jador debía hacer pero no se atrevía. 

Aquel día, un día soleado, con un clima bastante apropiado para un 2 de mayo, con los rayos ultravioletas incidiendo sobre las finas y blancas cortinas de la habitación, y siendo el mismo escenario que lo fue durante los días anteriores, se encontraba Irina, tumbada sobre aquella cama de colchón duro y revestidas por una colcha hortera de color amarillenta y unas flores de pequeño tamaño, además de diferentes colores, estampadas sobre ella. Se olía algo en el ambiente, se notaba que el verano se avecinaba a paso lento, y que aquellos días soleados con un poco de calor, eran los perfectos para hacer cualquier tipo de actividad sin llegar a cansarse uno. 

Notaba cómo diferentes pensamientos llegaban a su mente, ¿cómo podía ser que siendo tal y como era ella, de dónde provenía o incluso lo que era, pudiera pensar? Aún no se había mostrado tal cual era, aún no había declarado ante Jador cuál era su naturaleza, pero sin creerlo, podía reunir una serie de pensamientos e ir analizándolos uno por uno intentando encontrar una aclaración y un sentido a ellos. Sólo algo resaltaba del resto de los pensamientos, y ese algo era cuestión de días que Jador pudiera darse cuenta, o sólo cuestión de días para que fuera demasiado tarde y el chico, sin remedio, hubiera caído. 

Jador entró de la terraza. La vio allí, tumbada sobre la cama, con la televisión apagada y mirando hacia el horizonte,  en el cual su mirada se estrellaba contra una pared forrada de papel amarillento. El chico dejó la puerta abierta pero echando las cortinas, se sentó al lado de ella y vio que Irina no mostraba ninguna reacción ante su aparición. Jador se acercó a ella tosiendo un poco para que percatara de su presencia, pero aun así, Irina se mantenía impasible. Tras sus continuos fracasos, Jador decidió rozar su pierna, lo que sí hizo que ella pudiera percatarse de que estaba allí y le preguntara como si hubiera estado en otro mundo:

—Oh, Jador, ¿qué haces aquí?

—Llevo ya un rato aquí, intentando hablar contigo, pero hasta que no te he tocado la pierna no te has dado cuenta, tía.

— ¿Ah, sí? No me di cuenta, lo siento—se excusó la chica.

— ¿En qué estarías pensando?—preguntó el chico con sorna.

—En mil cosas, pero a la vez en nada, excepto una—respondió Irina mientras fruncía el ceño.

—Y, ¿qué cosa es esa, Irina?—quiso interesarse Jador.

—Sobre la esfera de los deseos, en eso estaba pensando especialmente. Pensaba en todo el poder que contiene y cómo se le puede sacar más partido.

—De eso venía a hablarte, ¿sabes? He tenido otro sueño de los que tú ya sabes. 

—Cuéntame, soy todo oídos, Jador—se ofreció Irina para oír lo que tenía que decir el chico.

Jador comenzó a contarle todo el sueño que tuvo. En ocasiones, Irina mostraba alguna pequeña reacción ante alguna escena en concreto, pero más mostró en cuanto Jador le dijo el final de su sueño. Parecía ansiosa, y como con ganas de hablar rápidamente, como si ya supiera de ante mano que necesitaba darle una solución o un consejo convincente al chico. Tras terminar de contárselo, Irina dijo con velocidad:
 
— ¡Debes hacerlo, Jador!

— ¡Guau, Irina! ¿Por qué debería hacerlo?

— ¿No lo ves? ¡Si lo haces tendrás todo el poder que quieres!

—Ya, pero… Ya tenemos suficiente con lo que poseemos, ¿no crees?

— ¡No! ¡No tenemos suficiente, joder!—gritó Irina a la vez que se levantaba de la cama y agarraba la ropa de Jador al no poder controlar su impulso, continuó—. ¡No podemos porque yo deseo ese poder, porque deseo obtener todo el poder de tu cuerpo, deseo obtener todo lo que he querido siempre, joder! ¡Aaaah, dámelo! 

Ipso facto, le pegó una bofetada a Jador lo que hizo que el chico pensara por un momento, la cogiera por la cintura, la apresara contra el colchón y su cuerpo, y comenzara a intentar calmarla. Tras aquella escena tan inminente, Jador se alejó de ella a una cierta distancia, a la par que Irina se acomodaba sobre la cama nuevamente. Se miraron por unos segundos, y Jador preguntó:
 
— ¿A qué te referías con eso que dijiste antes?

— ¿Cómo? ¿Qué?

—Irina, repite lo que has dicho—ordenó Jador con una voz neutral.

— ¿El qué? No dije nada.

—Irina, ¡repite lo que has dicho, joder! 

— ¡No dije nada, Jador, no dije nada!—gritó Irina como en defensa. 

—Sí, sí que lo has dicho… Has dicho que deseas ese poder, que deseas obtener todo el poder que hay en mi cuerpo, y que deseas obtener todo lo que has querido siempre… Irina, ¡¿quién coño eres?!

Al momento, la chica estiró sus brazos violentamente hasta que quedo totalmente rígida sobre la cama, mirando hacia el techo, realizando una respiración violenta y muy sonora. De su boca comenzó a emanar una luz oscura, que al momento, empezó a atravesar toda la superficie de su cuerpo. Poco a poco, mientras que la habitación iba consumiéndose lentamente en una espiral creada en el suelo, Jador podía observar que el cuerpo se Irina se iba transformando en una masa oscura y sin forma, una masa fría que ocasionaba grandes ráfagas de viento y algunas chispas blanquecinas. 

Realizada toda la tarea, Irina se transformó en aquel ser, aquel ser que le estuvo acosando en todos sus sueños y quien mismamente le dijo que se clavara aquella daga, estaba allí, presente ante sus ojos y a una tamaño más considerable. Jador se encontraba en una esquina, apoyado contra la pared y mirando hacia arriba mientras aquella figura iba incrementando su cuerpo. Con la voz totalmente distorsionada, apenas audible y potente, gritó:

— ¡Dame tu poder, Jador, dámelo!

— ¡No, jamás te lo daré! ¡JAMÁS!

Aquel ser ocasionó un fuerte alarido que hizo temblar la estructura de la habitación y desapareció por la ventana como si de un fantasma se tratara.

En ese momento Jador lo entendió todo, completamente todo. Irina sólo era un títere, algo inventado para que Jador confiara, y aquel ser era realmente el que arrasó con todo el mundo, pero que hubo descubierto la gran mentira de la esfera, desapareció en busca de dónde se encontraba realmente. 

Jador no tenía miedo, sabía perfectamente que podía usar la esfera y atacar a aquel ser matándolo, haciéndolo desaparecer, lo que fuera posible para acabar con su existencia. Ante todo, debía ir en su busca. Una nueva misión comenzaba para Jador, una misión peligrosa. 

02, mayo, 2021