domingo, 12 de febrero de 2012

Cuarto libro. Capítulo 2: El otro lado (La piel de un asesino).

Jador aún estaba sorprendido por el sueño que tuvo y no era para mucho menos, había llegado a convertirse en un niño de poca edad y asiático, a ser uno de esos típicos repartidores de esferas del deseo que permitían que el mundo pudiera cumplir sus mayores deseos. En efecto, todo eso parecía ser precioso y algo bastante acertado para todos los humanos, pero era bastante descabellado saber que si todos y cada uno de los humanos podían desear cualquier cosa, el caos aparecería sin precedentes y con él, tras una gran oportunidad de negocio, esos sujetos subversivos en contra de la paz y el orden.

Aquella misma mañana, tras haber pasado dos noches enteras sin soñar nada relevante, Jador había vuelto a despertar y todo gracias a esos haces de luz que penetraban por las cortinas finas y de seda blanca. Su esposa se acercó a él, lo besó en los los labios y le dijo con una gran sonrisa:

—A levantarse mí gran hombre, que hoy tenemos que hacer muchas cosas.

— ¿Si? Miedo me das, Sophie, miedo me das.

—No hombre, no tengas miedo, simplemente tenemos que llevar a los niños al colegio, nosotros ir a nuestros respectivos trabajos y luego terminar el día todos juntos en casita—el tono de voz de Sophie cada vez era más encantador. 

— ¡Ah, uh! Que susto me diste, guapa mía…—exclamó Jador mientras se acomodaba sobre la cama y rascaba sus ojos.

Tras aquella pequeña conversación, Jador se volvió a acostar en la cama, para descansar un poco más su cuerpo y finalmente se levantó. 

Aquel día iba todo sobre ruedas: los niños fueron gracias al autobús escolar al colegio, Sophie corrió hacia el coche para dirigirse a su puesto de trabajo y Jador se quedó un poco más en la casa para ordenar algunas cosas, y luego poder tomar su café tranquilamente.  Mientras caminaba por la calle y olía aquel olor a primavera cercana, cogía un taxi y se dirigía hacia unos estudios en la parte norte de la ciudad, en los cuales, Jador trabaja como director de la empresa, una empresa de comics. Sí, Jador ya no era nada similar a músico, ni cantante y mucho menos rodeado de aquella fama que tanto daño le hizo. Ya se trataba de un hombre normal, con gran talento para el dibujo, un buen talante como director además de líder, y una buena casa con una gran esposa y unos hijos bastante preciosos. Toda aquella historia de Jador acabó y ya formaba parte del pasado, no debía entorpecerle en absoluto en presente que tanto le auguraba un destino. 

Tras finalizar aquella jornada, volvió a la calle, cogió de nuevo un taxi y se dirigió hacia su casa. Pensaba que lo más seguro es que estuviera Sophie allí, y mejor aún, preparando la cena. La noche cayó sobre aquellos habitantes transeúntes que aún iban de un lado para otro, caminantes con un destino fijo, o quizás sin él, era parte de su filosofía, pensar en las miles de personas con las que se podía encontrar cualquier día, y recrear sus vidas y sus situaciones sentimentales además de saludables así porque sí y simplemente para fantasear un poco. Era demasiado prejuicioso aquello, sobre todo si veía a alguien con algún aspecto extraño, ya sea porque su físico fuera así, y Jador le inventara sin ton ni son alguna enfermedad o similar. Simplemente era una manera para poder distraerse mientras las calles eran eternas y las caminatas intensas. 

Llegó a su casa, abrió la puerta y vio que no había absolutamente nadie. Jador no prestó mucha atención a aquello y se dirigió hacia la cocina para preparar algo de comer. Tras eso, se sentó en el sofá de su casa y encendió la televisión, por si en algún canal había algo interesante. Una media hora después, la puerta sonó de nuevo y eran las llaves de Sophie, que regresaba a casa y le quitaba aquel pequeño miedo y tensión que Jador crió durante su ausencia. Una vez entró al salón y con sus hijos de la mano, Jador le preguntó:

— ¿Dónde estabas, Sophie?

—Estaba comprando algo bastante rico para comer, cariño—contestó ésta con un alegre tono en su voz. 

— ¡Vaya por Dios!—exclamó Jador, y continuó—. He estado cocinando algo rápido para comer, pensaba que a lo mejor vendrías más tarde así que estuve cocinando un poco…

—Aj, aj, aj, no pasa nada, Jador. Esto lo traigo para hoy, pero si ya estás haciendo algo, lo dejo para mañana, anda, continúa haciendo la comida.

Sophie siempre era una mujer alegre, con un tono agradable en su voz que incluso Jador a veces se sentía como mecido por ella. Como si su madre fuera. 

Ya llegó la hora de dormir, de nuevo, aquella noche, Jador tendría otro sueño el cual le explicaría aún más la existencia de la esfera. Conciliando el sueño poco a poco, y volviendo a aquel mundo alejado del real y de todo lo físico que pueda dañar, Jador viajaba en túneles oscuros hasta llegar a un claro blanco y allí aparecer en una escena que él tan bien conocía ya. Se encontraba en esa escena ya vista por él, en la cual, todo estaba destrozado, el suelo sembrado de cadáveres y las casas en ruinas además de grandes llamaradas de fuego dispersas. 

Él, como era previsto que pasara, caminaba bajo una gran túnica negra, mientras oía los gritos de las personas y el fuego abrasador quemar sus cuerpos. Su rostro se mantenía oculto, y sus pasos eran toscos, pero elegantes, como si de un ser alto, esbelto y delgado se tratara. A su mano derecha, se hallaba una esfera de los deseos, una de las miles o millones de esferas que se repartieron por todo el mundo. Como si un sensor tuviera implantado en su cerebro, se percató que tras él, a 100 metros, se encontraba alguien sin esfera, un humano inválido y carecido de ella. No debía vivir, no era un humano de clase alta, a esa raza debían destruirla por completo. 
 
Como si su cuerpo fuera guiado por alguna fuerza invisible, Jador alzó su brazo con el que sostenía la esfera de los deseos, y expulsó un rayo fino y alargado hasta impactar con el cuerpo de aquel humano, y quedar finalmente tirado en el suelo perdiendo de esa manera su vida. Jador quedó horrorizado ante tal escena debido a que él no estaba siquiera preparado para matar a alguien sin motivo aparente. Miró durante unos segundos el cuerpo inerte, y giró su cabeza hacia el frente contemplando aún más el panorama actual.

Se oyó una sirena. Un clamor de trompeta extraño que hizo el silencio en el lugar, haciendo que las llamara fueran las únicas en oírse a su paso por los materiales que iba consumiendo lentamente. Al momento, varios sujetos que vestían de igual modo que él, llegaban al lugar y se colocaban alrededor de su posición. Una vez finalizado aquel clamor de trompeta, todos quedaron en silencio esperando que Jador hablara. Durante unos minutos estuvieron así, hasta que uno de ellos, al parecer el más osado, preguntó:

—Mi Señor, ¿qué debemos hacer ahora?

Jador se quedó pensando y repitiendo aquella pregunta, seguida de aquel nombramiento hacia su persona, y por consiguiente respondió:

—No lo sé, ¿qué es lo que pensáis que deberíamos hacer?

Todos se quedaron pensando, mirándose unos a otros y de nuevo, el que fue osado, contestó:

—Pienso que deberíamos continuar asesinando a los que carecen de esfera y nosotros, comenzar a desarrollarnos como nueva especie humana. 

—Pues venga, adelante, yo continuaré observando este lugar hasta dar con algo muy valioso para mí—respondió Jador.

Todos al unísono, desaparecieron. En ese instante Jador puede observar que el mismo chico al que antes asesinó, continuaba estando vivo con una pequeña esperanza. Se acercó lo más rápido que pudo a él, y le preguntó:

— ¡Eh, eh, tú! ¿Sigues con vida como para hablar?

—N-no del t-todo, ¡ah!

—Necesito que me digas qué está pasando, qué ha pasado, por qué esto es así—decía Jador con un tono de irritación y de misterio.

—M-mente e-envenenadas… La esfera c-causante.

— ¿La esfera es la causante de qué? ¡Habla!—insistió Jador al momento en que golpeaba fuertemente el cuerpo del chico. Notaba cómo su mente, por la esfera y por quien se trataba que era la persona malherida, reaccionaba de aquella manera.

—La esfera es… La c-causante d-del c-caos aquí. Os envenenó… Las m-mentes.

— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!—gritó Jador al momento que lanzaba otro rayo de su esfera y terminaba con la vida de aquella persona.

Aterrorizado ante tal efecto, se echó hacia atrás y contempló por unos segundos lo que había hecho. Acto seguido, lo comprendió todo. La esfera estaba actuando en su mente, y si era el jefe de aquel grupo, más aún. Esa parte de su sueño, era aquella parte que tan bien pudo observar cuando todo era un caos y seres humanos morían sin razones aceptables, la esfera se había hecho un buen hueco en la sociedad y lo estaba haciendo a sangre fría.