viernes, 16 de marzo de 2012

Cuarto libro. Capítulo 5: El otro lado. El caos.

Durante todo aquel día Jador aún no se encontraba bien. El sueño que vivió y el dolor del filo de aquella espada atravesando su cuerpo, no paraban de ser recordados por él sin cesar. Su rostro lo decía todo, y su estado anímico se hallaba por los suelos. No podía dejar de pensar que aquello, aunque fuera un simple sueño o una terrible pesadilla, había desencadenado en el mundo real algo que aún estaba por llegar. Igualmente, se contradecía a sí mismo para evitar creer tal cosa, pensaba que todo aquello era un sueño, algo lejano de lo real, sólo algo mental que él podía vivir como un castigo divino por haber poseído la esfera durante tantísimos años. 

Sus hijos se le acercaron y comenzaron a hablarle, pero Jador no estaba, Jador sólo oía voces en su mente, voces que citaban frases extrañas, voces con tonalidades diversas, ¿se estaría volviendo loco? ¿Habría perdido totalmente el juicio? Al no hacer caso a sus hijos, su esposa Sophie se acercó, lo agitó por el brazo y le preguntó extrañada:

—¿Qué te pasa, Jador? ¿Por qué no contestas a tus hijos?

—¿Cómo? ¿Me han hablado? No los oí, lo siento cariño…

—Niños, iros, voy a hablar con vuestro padre—ordenó Sophie.

Los dos niños se fueron de allí y Sophie, mientras abrazaba con máxima ternura a Jador, se sentaron en el sofá y le preguntó:

—¿Qué te pasa, Jador? Llevas unos días bastante raro… Quiero que me cuentes conmigo para todo lo que necesites, ¿vale?

Jador dudó por unos momentos, realmente tenía muchas ganas de que Sophie supiera toda la verdad de su vida y no aquella patética historia que inventó para parecer un chico normal con un puesto de trabajo formidable. A punto estuvo de decírselo en cuanto pegaron al timbre de la puerta. Sophie se levantó dando un pequeño brinco y dirigiéndose hacia la puerta de la casa, mientras Jador esperó y continuó pensando. Sophie dio un buen grito al abrirla, por lo que Jador salió pitando hacia ella para saber qué había pasado. De nuevo, había sido otra falsa alarma, se trataba de una muy buena amiga de Sophie las cuales siempre que se veían debían gritar como una energúmenas. 

Jador decidió salir a dar una vuelta, poder despejarse. Cogió su chaqueta, se llevó la cartera, se peinó lo mejor posible y salió por la puerta mientras Sophie continuaba en su mundo gritando. El viento y el calor del sol hacían que Jador no quisiera moverse de la puerta de su casa. En aquel sitio, donde vivía, siempre hacía buen tiempo y sin excepción alguna. Decidido pues, usando toda su voluntad, consiguió dar sus primeros pasos y seguir hacia adelante dejando atrás aquella climatología tal veraniega. 

Al paso de un rato y mientras caminaba por una calle principal, Jador notaba la presencia de algo que le seguía, pero no quería alarmarse, continuó caminando y pensó que quizá eran ilusiones suyas. Inocente de sus pensamientos, anduvo hacia delante, dispuesto a llegar a algún lugar alejado de la ciudadanía y asentarse sobre él, mientras calmaba sus pensamientos o reflexionaba. Y por fin llegó a algún lugar en concreto. Lo observó por unos instantes, y pudo darse cuenta que no había absolutamente nadie. Ante sus ojos se extendía un gran trozo de tierra sembrado de color verde claro y un pequeño riachuelo que lo recorría por en medio, mientras el viento se paseaba con pequeñas ráfagas y a la vez los rayos del sol incidían con lentitud hacia el ocaso. <<Un lugar perfecto>> pensó. 

Se sentó sobre el pequeño césped que había mientras se apoyaba sobre una columna que sostenía el gran puente. Exhalaba y expiraba aire a través de sus fosas nasales y cerró sus ojos por un momento. Con sus oídos sólo oía la lejanía de las sirenas de las ambulancias, los coches y el viento rozar su cara. Para interrupción de aquella tranquilidad, oyó un extraño crujido. Jador abrió sus ojos rápidamente y pudo observar una figura oscura esconderse con velocidad. Jador se levantó apresurado del suelo mientras se apoyaba patosamente a la columna, viró sus ojos en todas las direcciones queriendo saber qué era eso, pero no halló nada nuevo. Segundos más tardes, la misma figura apareció prácticamente a su lado, pasando sus manos por la espalda del chico y desapareciendo de nuevo. Jador dio un gran brinco y se alejó unos metros de él. Con sus ojos, pudo observar que una figura extraña, dando giros, y gimiendo, se encontraba a lo lejos. Jador no quiso mirar más y salió corriendo de allí. 

Ya en las vías públicas, cada paso que cada era una vuelta hacia atrás con la cabeza, miraba hacia todos los lados asustado sin saber qué era aquella cosa. Una risa entró por sus oídos y miró hacia arriba, la misma figura oscura lo perseguía por las calles, mientras se enganchaba en cada uno de aquellos grandes rascacielos. Jador corrió e inmediatamente alarmó a la gente de la calle. La figura corría aún más que él, mientras alzaba su cuerpo incorpóreo y oscuro por cada rincón. Jador llegó a un callejón creyendo que le llevaría a otra gran calle, pero éste era sin salida. Aquella figura cayó al suelo y lo contempló desde ahí, parecía que apenas podía mantenerse en pie y que su cuerpo era una asquerosa mezcla entre gases y líquidos sólidos. Pronto, y sin previo aviso, la figura se alzó a gran velocidad en menos de un segundo, e incluso tenía más estatura y corpulencia que el chico. Jador no sabía qué hacer, estaba atrapado y cada paso que daba, se acercaba más a la pared de aquel callejón. Al instante, el pecho de Jador comenzó a brillar intensamente y el cuerpo de aquella figura se alzó aún más. A paso lento y con cautela, la figura se iba acercando poco a poco a él, con unas garras por brazos y un cuerpo ya casi deformado por el estímulo.  Jador sabía que era su momento de morir y que lo sería pronto. Una vez que la figura estuvo ante él y a una prudente distancia, el pecho se iluminó al completo y ocasionó una fuerte explosión que hizo llevar al chico a un mundo de extrañas dimensiones, olores y colores. 

Estaba tirado en el suelo, mientras que los copos de nieve caían sobre él lentamente. Jador abrió sus ojos y contempló la inmensa oscuridad que había a su alrededor. No se oía nada. No se veía nada tampoco. Jador se levantó del suelo y comenzó a caminar lentamente a través de aquella densa oscuridad. Su corazón latía con intensidad, atemorizado por lo que hubiera en aquellas profundidades. Un alarido lo alarmó, se giró y una luz extraña comenzó a inundar aquel lugar a una gran velocidad. Jador se apartó lo más rápido que pudo para evitar ser dañado por aquella luz. Al girar, se dio cuenta que era una gran esfera, miró hacia el lado del que provenía, y se percató que había una pequeña ciudad. El chico decidió ir hasta allí pero antes de que pudiera llegar pudo observar algo totalmente espantoso: todas las casas estaban derruidas,  miles de cadáveres adornaban el suelo y centenares de sujetos encapuchados y oscuros lanzaban haces de luz a través de sus esferas. Jador se escondía a cada paso que daba, intentando no ser visto por ellos y mucho menos morir. Consiguió finalmente llegar a otro lado, pasar de aquella escena caótica y continuar su caminata hasta otra ciudad de mayor envergadura y en peores condiciones todavía. Los edificios estaban hechos escombros, la sangre pintaba todas las paredes y el suelo, además de denotar ese olor a hierro. Por aquel lugar no había seres encapuchados alzando sus esferas, no había nadie, estaba todo desértico. Jador caminaba con prudencia, con cuidado, no quería toparse con nadie, ni aunque fuera algún malherido. Un fuerte golpe lo alertó: se trataba de Oria, totalmente cabreada y destrozado el  resto de escombros a la vez sus secuaces la seguían. Uno de ellos la agaró por el brazo y le suplicó:
—Reina Oria, ¡por favor! Parad de hacer cosas, controlad su enfado.

—No puedo, ¡no puedo! Necesito la esfera del rey, necesito asesinarle y obtener todo el poder que hay dentro de él… Si lo consigo, seré la reina de todo, ¡DE TODO! ¿Comprendes? Ningún adversario, ningún peligro, solamente yo.

—Lo sabemos, pero… Sólo debéis esperar, estará por aquí cerca, ¡lo presiento!—dijo uno de ellos para calmarla.

— ¡Calla, estúpido! Continuaré en su busca, acabaré con él y con toda mi rabia, y desaparecerá de la faz de la tierra.

Jador se percató de todo el caos que se produjo por su gran fallo. Ahora no podía salir de ahí, estaba atrapado.